He visto recientemente la película “Trece días” de Roger Donaldson. Es la crónica de la crisis de los misiles cubanos en octubre de 1962. Dos semanas que pudieron cambiar el curso de la historia. La película refleja con gran inteligencia y de forma fascinante la brutal batalla interna que libró John F. Kennedy en una situación extremadamente compleja, llena de aristas y no solo frente al enemigo externo sino también frente al enemigo interno, en su propio gabinete.
Un liderazgo multifacético.
Kennedy actuó en varias direcciones y lo hizo bajo una extrema presión política y militar consciente de que el impacto de sus decisiones podría derivar en una conflagración nuclear de consecuencias devastadoras. Su enfoque cuidadoso y estratégico, su habilidad para comunicar al país los hechos más relevantes de la crisis, su capacidad para el análisis, no sólo de los hechos circundantes, sino de la historia como caudal de conocimiento, impresionante la escena en que menciona la obra de Barbara Tuchman “Los cañones de agosto”, su apertura a las voces, las propias, las ajenas, las coincidentes y las más discrepantes, su responsabilidad al conciliar la gestión interna de la crisis con la comunicación epistolar con el líder soviético Nikita Khrushchev para generar opciones y la templanza que mostró durante todo el proceso le convirtieron en una referencia de liderazgo que aún hoy se sigue estudiando y analizando.Valentía y carácter.
Kennedy mostró cualidades y rasgos que se precisan hoy, y no me refiero solo al ámbito geopolítico actual, también en la convulsa y globalizada estructura económica y empresarial sometida a los vaivenes de la complejidad creciente. El liderazgo de Kennedy durante la gestión de la crisis se caracterizó por la valentía para tomar decisiones entre opciones difíciles y complejas. Otro rasgo fue el carácter que mostró para lidiar con la polaridad dentro de su propio gabinete, dando espacio para que tales polaridades se expresaran y asumiendo las dudas que él y su cerrado núcleo de confianza con Kenny O’Donnell y Bob Kennedy generaban en su propio gabinete cuando eran considerados poco menos que unos arribistas y adevenedizos.Coherencia y fidelidad.
Kennedy, consciente de que la mayoría del estamento militar de su gabinete apostaba por la confrontación bélica contra la URSS, tomó distancia para pensar desde su posición política y desde los valores que animaron su acción política y supo mantener esa templanza en medio de una gran tormenta política interna.Estudio y conocimiento.
Kennedy era un hombre culto. Me vino al recuerdo la pregunta que un estudiante le hizo a Churchill en 1953 acerca cómo podía prepararse alguien para afrontar los retos del liderazgo éste le respondió: “Estudia la historia. Estudia la historia”. Kennedy lo tuvo muy presente a la hora de dirigir sus acciones y decisiones, el ejemplo que he mencionado con la obra de “Los cañones de agosto”, lectura que recomiendo vivamente, es una perfecta muestra del uso de la historia para comprender los contextos históricos. Como nos recuerda la historiadora Margaret McMillan: “Usamos la historia para comprendernos a nosotros mismos, y debemos usarla para comprender a los demás”.Habilidades sociales.
Gestionar una crisis de tan extraordinaria complejidad, con actores de lo más dispar, en una exposición pública dada la naturaleza de su cargo, negociando y hablando con el enemigo externo e interno y, obligado por las circunstancias, a comunicar una situación sin precedentes a un público del era imposible predecir su respuesta y apoyo exigían las más refinadas habilidades diplomáticas y de trato, tanto para gestionar la crisis en sí, como para sostener y mantener unos mínimos de confianza entre sus colaboradores y el propio gabinete.Aprendizaje continuo.
Kennedy demostró una extraordinaria capacidad para aprender de cada minuto que se sucedía en aquellas terribles circunstancias. Recordemos que tras la gestión de los misiles cubanos, aún coleaba el sonado fracaso de la CIA en Cuba con la invasión de la Bahía de Cochinos, que no le implicaba directamente, pues fue un plan de la administración anterior con Eisenhower, pero que se hizo efectiva durante su mandato. Eso le hizo estar muy alerta frente a las propuestas más beligerantes de parte de su gabinete. La capacidad de Kennedy para aprender de la historia, de su propia gestión, de la de sus predecesores; la capacidad de adaptarse a la volatilidad y los cambios en una situación de consecuencias imprevisibles, junto con la firmeza de carácter y la valentía nos recuerda que el liderazgo se sitúa en un punto entre un pasado que recoge la historia y un futuro que no podemos predecir, tan solo vislumbrar. Una lección práctica acerca de la dimensión más multifacética del liderazgo. No olvidemos que una empresa, en tanto sistema, es un pequeño país que pugna por sobrevivir.© François Pérez 2023
Subscríbete para conocernos
Conoce más acerca de nuestras ideas, trabajo y que hacemos para impulsar el talento en las organizaciones