Una vida significativa
El 9 de octubre de 2012 Malala Yousafzai, de quince años, fue tiroteada en su autobús escolar. Una de las balas le atravesó la cara desde la frente hasta alojarse en el hombro. Sobrevivió. Malala es una activista en defensa de los derechos de las mujeres, y del derecho a la educación de las niñas en el noroeste de Pakistán.
Malala, desde muy jovencita, desafió las normas sociales, el statu quo opresivo que imperaba en el régimen talibán. A pesar de las amenazas y de la violencia por parte de grupos extremistas, Malala no dejaba de asistir a la escuela y de luchar por el derecho a la educación de las niñas.
El atentado no consiguió silenciar su voz, y se convirtió en un símbolo mundial de valentía y resistencia. La revista Time la incluyó en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo. Ha recibido numerosos reconocimientos, como el premio Nobel de la Paz en 2014 a los 17 años, o el premio Sajarov en 2013.
El precio del liderazgo.
Hablar de incomodidad en el caso de Malala, es casi ofensivo. Pero quiero traer su ejemplo como un caso extremo de compromiso, valentía y determinación en un contexto social muy hostil.
Le he tomado la frase a Val Muñoz del Bustillo, mi admirado polymata de referencia. En una formación reciente en liderazgo surgía el debate acerca de la incomodidad inherente al desarrollo del liderazgo. Y comentaba la principal diferencia entre quienes se dejan interpelar por la vida cuando ésta les incomoda y aprovechan sus aprendizajes, y quienes, deliberadamente, salen de la zona de confort y se zambullen en una incomodidad tras otra.
La incomodidad es el precio de una vida significativa. Y puedes esperar a que sea sobrevenida, y será, o puedes saltar hacia ella. Es la esencia del crecimiento personal y el desarrollo del liderazgo. La comodidad y la complacencia pueden ser tentadoras; y lo son, doy fe de ello, pero solo a través de la incomodidad alcanzamos nuevas alturas y descubrimos nuestro potencial más profundo.
Salir de forma deliberada y consciente de la zona de confort.
Cuando abrazamos la incomodidad, estamos abrazando la posibilidad de alcanzar una vida y un liderazgo significativos. Enfrentar miedos, asumir riesgos, cuestionar nuestras propias creencias, retarnos, errar, fracasar son valiosas lecciones y oportunidades para descubrir el tremendo potencial que atesoramos. Fracasamos y erramos cuando hacemos cosas. Y está bien, es perfecto. Y es perfecto porque la alternativa es terrible: el estancamiento, el inmovilismo, la apatía.
Esperar a que la vida te interpele es una posibilidad de crecimiento, pero se ve limitada por la espera. Lo que caracteriza a los líderes que marcan la diferencia es una mentalidad de aprendizaje continuo y una voluntad de enfrentar las situaciones difíciles de frente. Lo que implica buscar activamente desafíos y oportunidades que nos saquen de nuestra zona de confort. Puede ser asumir proyectos desafiantes, liderar equipos diversos o buscar feedback constructivo de aquellos que nos rodean. O, como Malala, defender derechos tan básicos como la educación.
No es el precio, son las recompensas.
La incomodidad nos ayuda a desarrollar la empatía y la compasión hacia los demás. Al enfrentar nuestras propias luchas y desafíos, podemos entender mejor las dificultades que otros pueden estar experimentando. Esto nos permite ser líderes más comprensivos, capaces de guiar y apoyar a nuestro equipo en momentos de adversidad.
No evites la incomodidad, abrázala. Es un mundo de posibilidades esperando ser exploradas. No se trata de convertir la incomodidad en una lucha incesante, sino en una herramienta para nuestro crecimiento y plenitud.
© François Pérez Ayrault
2023
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