“No hay dos palabras más dañinas en el diccionario que: buen trabajo.” (Terence Fletcher)

Whiplash es una extraordinaria película que plantea el conflicto entre un profesor con un talento indiscutible y unos métodos más que cuestionables y su aventajado alumno dispuesto a todo, al máximo sacrificio para llegar a ser el mejor batería. No uno de los mejores, el mejor.

La premisa dramática que propone es si está justificado incitar al ser humano a ir más allá de sus expectativas sin importar los métodos. Un interesante tema que aborda una ardua elección vital: ¿Ser el mejor vs ser feliz o ser el mejor para ser feliz? Cuando oímos hablar de hombres y mujeres excepcionales y ahondamos en sus biografías vemos que la clave de su éxito está fundamentada en una dura dedicación y en una continua exploración de sus límites para ir más allá de… ¿lo razonable? Y me viene a la memoria una cita de Georges Bernard Shaw: “El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable intenta adaptar el mundo a sí mismo. Así pues, el progreso depende del hombre irrazonable”.

Paso ya de los cincuenta y por no poco, y llevo más de treinta y cinco años desarrollando diversos desempeños, trabajando en compañías grandes y pequeñas, en sectores de lo más diverso, y desde hace dieciocho años dedicado al ámbito de la formación directiva, y constato que quien marca la diferencia lo hace por la calidad e intensidad del trabajo realizado, y también constato que las carreras más brillantes han tenido elementos espoleadores, como el caso de la película encarnado en el personaje de Terence Fletcher (la interpretación de J.K. Simmons es sobrecogedora).

La película nos plantea la exploración de esos límites y el cuestionamiento de los métodos de Fletcher. A priori, y tal y como se aborda en la película, parece obvio que no se justifica, pero la reflexión final, incluso mediada una tragedia por el camino, nos deja un extraño regusto que nos aleja de una conclusión aparentemente obvia, nos incomoda, no nos deja tranquilo. ¿Es o no es?
La recomiendo vivamente, es una de esas películas que a priori plantean una respuesta fácil frente a la pregunta dramática, y que cuando concluye la película nos invita a considerar la posibilidad de gamas grises en sus conclusiones, y la respuesta ya no es tan sencilla.

Y si además le gusta el jazz, no se pierda la banda sonora.