Triunfar como líder depende de diversos factores, y cabría señalar como rasgos relevantes y visibles la capacidad de crear entornos motivadores, y el de inspirar a otros.
Se sabe y se escribe mucho sobre liderazgo. Y parece que en este entorno que denominamos VUCA, por tratarse de tiempos complejos, cambiantes e inciertos, se nos impele a que todos debamos ser líderes y prepararnos para ello.
Conozco muchos programas de desarrollo que se diseñan y se realizan bajo el paraguas común del liderazgo; yo lo hago. Todos los que tenemos responsabilidades con las personas lo sabemos. Nos inundamos de constantes referencias al liderazgo como si fuera la piedra filosofal del management.
Me gustaría llamar la atención sobre la importancia de la formación en liderazgo, frente a la de empoderar a las personas a través de una detección de necesidades específicas, que ayuden a la mejora del desempeño, y, por lo tanto, de los resultados. Lo que beneficiaría al liderazgo.
No todos pueden, ni quieren, ser líderes. Y no todo el mundo sabe que no puede, o que no quiere serlo. Pero hay una hybris del líder que cala tan profundo, que prioriza la formación en liderazgo frente a otras necesidades. Tal desmesura puede provocar que atreverse a manifestar una desafección o falta de interés por ser líder se perciba como una debilidad. Y nada más lejos.
“Cualquiera con dos dedos de frente votaría por usted.” Adlai Stevenson: “Sí, con esos ya cuento. Mi problema es que necesito llegar a la mayoría.”
Esta cínica respuesta, de Adlai Stevenson, el embajador de los EE. UU. que lidió con la crisis de los misiles cubanos en la ONU, habla de quien afronta la necesidad de “tener” que ser un líder, frente al deseo de “querer” serlo. A partir de ciertas capacidades intelectuales es frecuente utilizar el cinismo, la ironía o el sarcasmo para eludir una verdad personal incómoda. Como vemos aquí, la falta de ambición se desvela a través del cinismo cuando responde: “Con esos ya cuento” (los de los “dos dedos de frente”). Es decir, como el maestro que se aplica sin esfuerzo con los alumnos más brillantes, frente a la dificultad y el esfuerzo de lidiar con aquellos más limitados en sus capacidades. Y cuando dice: “Mi problema es que necesito llegar a la mayoría”, donde, en otro ejercicio de cinismo, juzga que la mayoría “no tiene dos dedos de frente”, lo que implicaría una acción personal más esforzada.
Un atributo del liderazgo es la ambición. Hablamos de la honesta ambición de servir y dirigir a otros. Aquella que busca la reputación y la excelencia moral, que es lo que etimológicamente significaba “Honestas”. En la respuesta de Adlai Stevenson vemos que, a la falta de ambición, se unen la ausencia de dos características que definen a un líder natural: la perseverancia y la determinación. Ambición, perseverancia y determinación, son más el resultado de un anhelo y un proceso de madurez, que de un aprendizaje -que todo ayuda- alrededor de temas tan complejos. El liderazgo es autoconocimiento, veraz, profundo e incómodo, y a veces doloroso. Por tanto, el liderazgo es un viaje y el desarrollo de las competencias, sólo una parte de los recursos para el viaje. Ahí tenemos los riquísimos procesos de evaluación 360 que temen los directivos que saben de qué va esto.
Las empresas tendrán mejores resultados si disocian el liderazgo de la obligación moral y consustancial de ser directivo. Lo que funciona es que desarrollemos las habilidades que ayuden a nuestro desempeño. Y su desarrollo pasa por evaluar y medir la distancia que separa un desempeño deseado de un desempeño presente. El liderazgo es demasiado complejo para resolverse en un seminario de 24 horas, o en un MBA de 24 meses. Es algo más, y es muy personal. Por eso el coaching y la evaluación 360 se revelan como el mejor acercamiento al desarrollo del liderazgo, o con más precisión si cabe, de la práctica deliberada del liderazgo consciente.
Lo primero que debemos resolver en el ámbito directivo y sus necesidades formativas es que se responda a dos preguntas ¿Quiero ser un líder? y ¿Qué necesito para mejorar mi desempeño? Si la respuesta a la primera pregunta es no, no podemos cuestionar su “supuesta” falta de ambición. Lo está expresando en un contexto y podríamos perder recursos muy valiosos por juzgarlo con severidad. Precisamente, la falta de un ambiente de libre expresión en las empresas empuja a muchos directivos a satisfacer expectativas y aceptar ser incluidos en tales procesos. En cuanto a la segunda pregunta, preguntar por su necesidad toma en consideración el propio criterio del interpelado, respecto de su deseo de aprender y mejorar, con lo que genera la motivación y el compromiso de quien se siente escuchado.
Las empresas quieren resultados, y estos dependen de la excelente preparación y ejecución de sus distintos profesionales, directivos, staff, ceos, etc. La orientación al aprendizaje hará que su empresa mantenga una ventaja competitiva que se sostenga en el tiempo. No olvidemos que, nuevas realidades surgidas del aprendizaje crean nuevos escenarios que nuevamente demandan nuevo aprendizaje en un ciclo virtuoso de excelencia empresarial.
Si observa que en su empresa hay cada vez menos reuniones y mejores resultados, es que están en el camino del aprendizaje. El liderazgo es el resultado.
© François Pérez Ayrault 2017
Genial reflexión, François
Estoy totalmente de acuerdo en tus razonamientos
Un abrazo
Me gusta el enfoque al liderazgo como un viaje, combinando el enfoque doble de servir y dirigir. Un saludo ☺
Muchas gracias, Ángel.
En las empresas, y cada vez más, se está “abaratando” el concepto de liderazgo. Se está creando un liderazgo de marca blanca, fundamentado por la moda de tener organizaciones rebosantes de líderes como un indicador clave de éxito. Esta burbuja de
“Liderazgología” ha llegado a los departamentos de RRHH, los cuáles evalúan el grado de liderazgo, estableciendo una relación lineal con la escala de mando que los empleados ocupan en la organización. Este comportamiento casi contradice la propia definición de la palabra, no puede haber tantos líderes en una empresa o liderar a ratos. Si bien el CEO tiene que ser líder, el resto de los verdaderos lideres potenciales de la compañía hay que buscarlos y no son tantos los elegidos, que quieran ser, pulirlos, potenciarlos y dejar que transfieran su habilidad al resto de la organización.
En definitiva, los líderes no se imponen, son, y al final te das cuenta, de forma fácil, que el líder es cuando tiene una manera de actuar que convence y que hace actuar a la organización de forma resonante. Ahora solo queda que esta capacidad se alinie con los objetivos y la misión de la empresa.
De eso se trata, Carlos. De no permitir que el exceso devalúe la figura del líder. Eso, o caeremos en una banalización de la responsabilidad del mando. Mil gracias por tu acertado comentario.
Gracias François por este artículo desde luego interesante sobre el liderazgo. El calificativo de «líder» se ha banalizado extraordinariamente hoy en día, de tal manera que oímos constantemente en los medios expresiones como «el líder de X ha hablado hoy…» o «fulanito lidera tal o cual proyecto», y es una pena, porque ese calificativo sólo debería reservarse a aquellas personas que verdaderamente demuestran ejercer las virtudes que mencionas en tu artículo y, lamentablemente, son bien pocas. Por esa razón, deberíamos atribuir el calificativo de líder con mucho más cuidado, pues la mayoría son, simplemente, oportunistas, que ni tienen ambición alguna de servir y dirigir a otras personas, y mucho menos es honesta.
En efecto, Jorge. Las atribuciones de un líder son lo bastante complejas como para ir llamando líder a cualquiera que mande algo. Liderar es, como digo en el artículo, un viaje, y como toda aventura está llena de obstáculos y retos. Gracias por comentar y compartir.
Yo comparto esa forma de ver y de sentir el liderazgo.
Mil gracias, Zulema. De eso se trata, de sentir qué es y qué hace un líder genuino.
Estoy de acuerdo en que se banaliza la figura del líder. No todo el mundo puede ser líder ni tampoco necesitamos organizaciones en las que casi todo el personal sea líder. Especialmente esos supuestos líderes que sólo repiten de manera mecánica lo que otros quieres oír. Y desde luego me encanta tu última frase «menos reuniones y más resultados indica que estamos en el buen camino». Gracias. Un saludo
El tema de las reuniones, salvando las poderosas razones para hacerlo en muchos casos, tiene mucho que ver con la necesidad de búsqueda de consenso como medio para diluir la responsabilidad. Por eso es tan sintomático de organizaciones que aprenden, donde mandos y responsables asumen que decidir lleva implícito la aceptación de riesgos, que deben ser calculados. Gracias por tu opinión.
Me temo que en mi empresa no hay cada vez menos reuniones… Alarmante señal.
Ese es el paradigma a superar. Preparar a los mandos para que las reuniones aporten valor e impulsen la estrategia. Ese debería el el fin último de las reuniones. Mil gracias por comentar.
Me gustaría recibir las actualizaciones del blog, sería posible por favor?
Totalmente de acuerdo. Se está perdiendo el enfoque del ‘para qué’ y ‘por qué’ hacer las cosas. Me da la impresión que cada vez más se dejan de lado los verdaderos objetivos a cubrir y el camino a desarrollar.
No todos quieren ser un líder, otros no pueden serlo y otros no quieren ‘formarse’ para llegar a serlo… el tiempo y objetivos de cada individuo debe ser personal e íntimo; creo que la decisión debe ser personal y pactada con tu empresa, no impuesta.
Muchas gracias por compartir.
Gracias, Rocío, por tu comentario. En efecto, las empresas deben dotarse de los recursos necesarios que apoyen la estrategia y les permitan alcanzar sus objetivos. El liderazgo es solo una parte de esos recursos.
Muy buen artículo, me gustaría comentar que uno
de los desafíos más complicados que cualquier persona tiene, es
ser líder. Un líder tiene que influir en los demás,
no por poder sino por decisión, no por imposición sino por inspiración. El líder debe de buscar motivar a su equipo
desde lo más profundo de su ser, que lo sigan por convicción y por una motivación genuina.
Ser un líder así, contribuye bastante al éxito.
De eso se trata Isabel, de gestionar el liderazgo desde la autenticidad y la honestidad. Servir es servir, humildemente, con desapego. Hay que tener una gran consistencia personal y una fortaleza de ánimo para poder comprender algo así.
Mil gracias por tu comentario,
François