“Aprender a escuchar es la esencia de la vida inteligente”. (Sadhguru).
En una formación reciente con un grupo de directivos propuse una dinámica experiencial en la que cada uno debía asumir un rol de proveedor de un cliente y, al mismo tiempo, ser cliente de un proveedor. Una dinámica que aborda aspectos competenciales como la comunicación, el conflicto, el feedback o el liderazgo y ofrece la oportunidad de una observación crítica sobre el comportamiento del grupo y el individual. No cumplieron el objetivo.
Los participantes convinieron en que la torpeza en los procesos, nada claros, de comunicación, la escasa comunicación en sí misma, la ausencia de feedback y la falta de liderazgo determinaron el mal resultado. Yo estaba de acuerdo con ellos, y siguiendo la deontología del coaching, dejé que ellos evaluaran y destilaran lo que había pasado en la dinámica. Fue un buen punto de partida. Debatimos sobre comunicación, diálogo y encuentro, hablamos de liderazgo, de feedback. Pero en el propio debriefing y el debate todos reconocían su dificultad para escuchar las aportaciones de unos y otros. Evidenciaron que cuando estaban en el debate solo pensaban en lo que querían decir, en lo que querían replicar o responder. Cambié sobre la marcha la agenda de formación y creamos un espacio para aprender sobre la escucha como un factor de apertura, de curiosidad y asombro por el otro.
Les invité a la experiencia de conversar sin preocuparse de qué es lo que querían responder, sino que abrieran la conversación a nuevas posibilidades a través de más preguntas, más curiosidad por saber y conocer más de los otros participantes; conocer sus motivaciones, sus razones, sus inquietudes. Y experimentaron el gozo de sentirse sinceramente escuchados, atendidos y dignos de consideración.
Multitasking o Multitarea
Les hablé de la ficción del “multitasking”, esa pretendida habilidad que no existe, que nadie tiene, y que practicamos constantemente. La multitarea no existe, lo que existe es una disminución de nuestra capacidad de atención. Dicho de otro modo, podemos hacer varias cosas a la vez, pero solo de forma chapucera, conformándonos con un resultado mediocre. Si cuando alguien me habla, estoy en lo que quiero responder, o tengo la vista puesta en el móvil, o respondiendo a un correo, o mirando cualquier papel, no estoy escuchando, no estoy presente con la persona. Y lo peor, es que nuestro interlocutor se da cuenta, lo sabe, lo que genera una discusión o un diálogo con muy poco sentido, aparece la sempiterna sensación de frustración y nadie aprende. No es posible estar en la escucha y en la respuesta al mismo tiempo.
La multitarea es la gran mentira de nuestro tiempo.
Días más tarde, con el mismo grupo en la última jornada, cambié la agenda formativa. La experiencia anterior me obligó a reflexionar sobre lo que convenía hacer. Y propuse otra dinámica, ésta específicamente de comunicación, que un grupo bien avenido y comprometido puede resolver en unos cuarenta o cincuenta minutos, y un grupo con dificultades puede no resolverlo aun después de ochenta minutos. Pero el planteamiento de la dinámica no fue el habitual. Hablé al grupo, más o menos, en los siguientes términos: «No os propongo está actividad para evidenciar un estado que ya conocemos, no me interesa ni lo más mínimo constatar una carencia común en este equipo, no tengo ni el menor deseo de que realicéis esta dinámica desde vuestros patrones habituales con el absurdo e imposible objetivo de conseguir un buen resultado. Si la premisa de partida es intentar hacerlo lo mejor posible desde mi marco de referencia actual, desde mi mapa del mundo, para eso mejor hago otra cosa, os suelto un speech cargado de sabiduría y conocimiento y me voy a pastar. Os propongo esta dinámica para que experimentéis algo diferente, para que probéis con lo que os incomoda, para que os atreváis a hacer algo inusual, para que rompáis el statu quo de vuestro sistema operativo interno, en suma, para que salgáis de vuestra zona de confort de forma que sintáis estar haciendo algo completamente diferente, raro e incómodo, como si caminarais con chanclas por un pedregal. Ese es el propósito de esta dinámica. No espero un buen resultado de vuestra experiencia, espero un resultado que os conmueva. No puedo ser más tajante y más claro. El talento está en todas partes, no es exclusivo de una minoría.
Y lo hicieron, vaya si lo hicieron. En catorce minutos y cincuenta segundos.
A partir de ahí todo cambió. Y no quisiera despistarme de la intención del artículo: Recordar que, como dice Sadhguru: “Aprender a escuchar es la esencia de la vida inteligente.”